MISCELÁNEO XVI.EPIGENÉTICA: COMUNIDADES CELULARES Y HUMANAS

COMUNIDADES CELULARES Y HUMANAS
Por Beatriz Santos Dieguez




Hablar de Mundo Microscópico es referirse a todo aquello que está tanto dentro y bajo nuestra piel, como todo aquello que está fuera y más allá de ella. Cuando hablamos de él nos referimos a  los microorganismos,  las moléculas,  las proteínas,  las células…
Es de estas últimas (las células) en las que vamos a centrarnos puesto que ellas nos muestran una forma de vida comunitaria ejemplar de la que poder comenzar a tomar nota para poner en práctica en nuestras sociedades.
Nuestro cuerpo (como vimos en el post anterior de esta misma línea) es la expresión individual de una comunidad: las células, las cuales son unidades individuales de vida.

 Un organismo pluricelular no es solo un grupo de células eucariotas egocéntricas unidas bajo una sola piel; a nivel funcional, forma una unidad.
Unidad no significa uniformidad.
Las células, aunque forman un todo funcional, se subdividen gracias a límites en las comunidades que nosotros distinguimos como órganos o tejidos.

Cada comunidad posee una tarea, un talento o una misión que apoya la supervivencia del cuerpo.  Una célula hepática no se parece ni física ni funcionalmente a una célula muscular, que a su vez tampoco se parece nada a una célula nerviosa.  
Cada una de las células que compone el cuerpo humano es un ser sensible, inteligente e independiente que, en un entorno apropiado sería autosuficiente y podría vivir sin ayuda. 
Una comunidad representa una organización de individuos que comparten intereses, actitudes u objetivos comunes. Y la palabra clave es comparten.
 Cómo miembro de una comunidad, una célula posterga sus intereses personales y accede a respaldar al todo. A cambio, se aumentan sus posibilidades de la supervivencia gracias a un fomento de la eficiencia y la conciencia  cooperativa.
Tantos los humanos como las células para poder sobrevivir tenemos unas necesidades a cubrir como son oxígeno, agua, nutrientes un medio controlado que los aísle de los elementos extremos del entorno y protección de otras formas de vida, como los virus, que nos arrebatan la energía y los recursos.
 Paras conseguir estas necesidades hay que trabajar.
Los humanos trabajamos para proporcionar sustento a nuestras  familias.
 Las células trabajan juntas para mantener la salud del grupo.
Trabajar  implica un consumo de energía.
En las primeras civilizaciones humanas, en las que las familias vivían y viajaban juntas como un clan se observa el mismo patrón inicial de desarrollo que en el de las colonias eucariotas, grupos coloniales indiferenciados en los que todos los miembros participaban de las mismas tareas vitales, sobre todo en la de conseguir alimentos.

A medida que los clanes se transformaban en tribus mayores, dejó de ser eficiente que todos los miembros hicieran los mismos trabajos. Así pues, los individuos adoptaron responsabilidades específicas diferentes dentro de la comunidad: algunos cazaban, otros cosechaban y otros cuidaban de los jóvenes y mayores.
Cuando el tamaño de las tribus creció aún más, el trabajo se dividió de nuevo entre la población, lo que dio como resultado una jerarquía de trabajadores especializados.

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