MISCELÁNEOS XI. CREENCIAS HISTÓRICAS

CREENCIAS HISTÓRICAS
Por Beatriz Santos Dieguez

Estamos limitados por creencias de distintos tipos que nos condicionan y condicionan a la  sociedad en que vivimos. Estas creencias permiten que nos resignemos a todo lo que ocurre a nuestro alrededor porque “el mundo es así y siempre lo fue”.
Realmente no siempre fue así, y la historia de la humanidad ha ido cambiando en función de las necesidades de quienes poblaban la tierra y los medios que había al alcance para dar explicación a tres preguntas claves. Estas son:
1. ¿Cómo llegamos aquí?
2. ¿Por qué estamos aquí?
3. Ya que estamos aquí, ¿Cómo podemos sacarle el máximo provecho?
Arqueólogos e historiadores coinciden en que las civilizaciones de todo el mundo han experimentado cuatro Paradigmas (explicaciones) básicos para dar respuestas a estas preguntas: el animismo, el politeísmo, el monoteísmo y el materialismo.
 Cuando cada etapa alcanzaba los límites de su comprensión e influencia, tenía lugar una evolución en la que la fase emergente rechazaba el paradigma anterior, aunque también conservaba ciertos vestigios, bien en forma de conocimiento integrado o como huella aislada.
Me centraré en las dos últimas etapas,  puesto que son la base de lo que hoy es nuestro mundo y porque en ellas está la clave de los acontecimientos que estamos viviendo y de las creencias que a nivel social e individual nos mantienen atados.
Antes de Newton las verdades de la ciencia desempeñaban un papel secundario al de las verdades de la Iglesia. Esto se  debe a que la ciencia  era incapaz de ofrecer una respuesta mejor a nuestros orígenes que la que proporcionaba la Biblia.
La aparición de Descartes, Bacon y Newton con las contribuciones respecto a la revelación de misterios del Universo físico y el paulatino apartarse del reino espiritual, junto con la aparición de la Reforma Protestante[1] contribuyeron, en gran medida, a mostrar que el conocimiento absoluto del que supuestamente gozaba la iglesia estaba corrompido por el poder absoluto del que gozaba.

René Descartes y más tarde Isaac Newton postularon que el universo era un máquina.

La revolución industrial y los inventos tecnológicos contribuyen también, en gran medida,  al alejamiento de Dios como única verdad y la ciencia comienza a imponerse cómo Ley.
Hasta entonces el poder absoluto dependía del conocimiento absoluto, y la iglesia se ensimismó en su conocimiento absoluto.
 Dios necesita en la tierra representantes cuyos puestos son cubiertos por toda la jerarquía religiosa, la cual trae consigo un montón de normas llevadas a cabo en nombre de Dios padre.
El Monoteísmo, y la iglesia judeocristiana al frente,  deja el mundo material ligado a la condenación: La fe es lo único que puede salvarnos. Se apropió del concepto socrático del universo dual, y lo utiliza en función de sus intereses: Dios está por encima, y por tanto, separado de nosotros.
 Dios es conocimiento y poder absoluto, por tanto, cuestionar  una supuesta infalibilidad de la iglesia se consideraba herejía.
En los últimos sesenta años, el endiosamiento de la tecnología ha generado repercusiones negativas inimaginables. El poder de la iglesia ha sido sustituido por el poder de la ciencia y la tecnología. Pasamos del Monoteísmo al  Materialismo Científico.




[1] La Reforma protestante se lleva a cabo en 1517 por el monje y profesor alemán Martín Lutero que protestó por la venta eclesiástica de indulgencias. Estas indulgencias funcionaban como billetes de salida del infierno (previo pago) de los pecadores acomodados. A partir de ella, la infalibilidad de la iglesia comienza a decaer.

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