MINDFULNESS XLV. MINDFULNESS :LA MEDITACIÓN COMO PROCESO

 LA MEDITACIÓN COMO PROCESO

Por Beatriz Santos Dieguez

Caminante, son tus huellas
 el camino y nada más;
 Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al  andar se hace camino, 
 Y al volver la vista atrás  
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar .
             Antonio Machado
Caminante no hay camino, del Extracto de Proverbios y cantares (XXIX)

Una de las ideas falsas más comunes sobre la meditación es que para que esta sea posible debemos tener la mente en blanco, es decir, libre de pensamientos y de sentimientos, de ideas, de sensaciones, libre de todo.
Nada más lejos de esto. Se trata de todo lo contrario. Se trata de atrapar los pensamientos, las sensaciones  y otras producciones de la mente en el mismo momento en que estos surgen.
Para entenderlo tenemos que empezar por comprender que la meditación es un proceso. De igual manera que el camino  solo es posible hacerlo al andar, este proceso es posible mediante la práctica (que es el camino).
Voy a traer, una vez más, a colación  un ejemplo del libro  Mindfulness Atención Plena. Haz un Espacio en tu Mente. En  él, Andy Puddicombe expone de manera muy gráfica cómo se desarrolla este proceso:
Nos vamos a imaginar que estamos sentados al borde de una carretera con mucho tráfico, con los ojos vendados.
Después nos vamos a imaginar al borde de esa misma carretera pero sin la venda.
Cuando tenemos la venda es posible que oigamos el ruido de los coches y otros vehículos circulando,  pero no los vemos, solo los oímos.
Cuando nos quitamos la venda, por primera vez vemos la carretera de forma clara, los coches pasar y nosotros podemos ver sus distintas formas, colores y tamaños.
Nuestra mente  antes de empezar a meditar es como cuando tenemos la venda puesta (solo oímos el murmullo, el ruido).
El murmullo de fondo en nuestra mente constituido por pensamientos, sensaciones, ideas etc. es confuso porque no sabemos realmente que están ahí, y debido a ello, este ruido persiste en nosotros cuando intentamos realizar cualquier actividad que necesite concentración, imposibilitando, de alguna manera,  poder centrar nuestra mente en lo que queremos.
Cuando por primera vez nos quitamos la venda de los ojos, por primera vez vemos la carretera, es decir, nuestra mente de forma clara: vemos los coches pasar, las diferentes formas, tamaños y colores. Es posible que en ocasiones nos sintamos más atraídos por los ruidos de los coches, pero en otras ocasiones nos resultará más interesante fijarnos en sus formas, en otras en su tamaños…
Si esto lo llevamos a la meditación, el quitarnos la venda es similar a cuando  comenzamos a tomar verdadera conciencia (que es cuando comenzamos a meditar) de lo que ocurre en nuestra mente: pensamientos, sensaciones, ideas, en ocasiones nos vienen en tropel, lo cual nos lleva al desconcierto de creer que la meditación es la responsable, y crea un malestar, que en ocasiones es difícil de asimilar y que lleva a algunas personas, incluso a un estado de pánico.

La meditación, no es la responsable de que esto se produzca, sino que hace brillar una luz en nuestra mente de modo que podamos pensar más claramente.
Esta luz brillante es la consciencia.
Puede que no nos guste lo que veamos cuando encendemos esa luz, pero es un claro y ajustado reflejo de cómo se comporta diariamente nuestra mente.
Antes de meditar es como si tuviésemos una venda puesta. Cuando comenzamos a meditar, comenzamos a ser conscientes de todo el ruido que pulula por nuestra mente traducido ya en pensamientos, sensaciones, estados mentales etc., y ello, en un comienzo es lo que puede llevarnos a un estado de pánico si no tenemos presente que meditar es tener plena conciencia de todo lo que pasa por ella.
 Por esta razón es tan importante la práctica.

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