MINDFULNESS XXXI: LOS CANNABINOIDES

MINDFULNESS XXXI: LOS CANNABINOIDES.
MARIHUANA,  HACHÍS Y ACEITE DE HACHÍS


Por Beatriz Santos


Hoy vamos a tratar los cannabinoides en su faceta negativa, que es la posible faceta adictiva.
La mayor parte de los cannabinoides se encuentran en las flores de la planta hembra Cannabis sativa, seguida por las hojas y los tallos a pesar de que todas las partes de la planta contienen, en mayor o menor proporción, compuestos psicoactivos.
Dicha planta es un vegetal dioico, es decir, que tiene planta macho y hembra, que crecen por separado. La planta macho suele morir después del ciclo de floración y tener mayor tamaño que la hembra. La riqueza en compuestos psicoactivos de ambas plantas, machos y hembras, al contrario de lo que se había venido pensando, es muy parecida.


Tetrahidrocannabinol

La planta posee más de 60 componentes psicoactivos, aunque el más conocido y el de mayor utilidad es el Delta-9-Tetrahidrocannabinol (THC).
Es originaria de Asia Central y actualmente se cría en todo tipo de terrenos con climas templados y tropicales. En condiciones favorables de temperatura, humedad y suelo, la planta puede sobrepasar los 3 metros de altura.
Los preparados de cannabinoides ocupan uno de los primeros lugares entre las drogas ilegales consumidas en el mundo y su uso abarca a todas las clases sociales, grupos étnicos y niveles socioeconómicos.

Los preparados de la planta Cannabis sativa se pueden clasificar en tres grandes grupos:

Marihuana: Obtenida de las hojas secas y flores. Se la considera una droga alucinógena.
Las flores se secan y se fuman.
Hachís: Obtenido de la resina segregada por las hojas de cannabis o hirviendo la planta. Es más potente que otras preparaciones. Es fumado en cigarrillos o pipas, a menudo mezclado con tabaco.
Aceite de hachís: Obtenido mediante la destilación de la planta en disolventes orgánicos.



Tanto el Hachís como el aceite contienen proporciones mucho más considerables de THC y de otros cannabinoides que la marihuana.


El consumo de cannabis produce euforia y relajación, alteración del sentido del tiempo e intensificación de las percepciones sensoriales comunes.
Mientras la droga está en el organismo, la memoria a corto plazo, la atención, las habilidades motoras normales y el tiempo de reacción están disminuidos. Además el consumo de cannabis también produce disminuciones dosis-dependientes de otras funciones conductuales y cognitivas que afectan al control de las capacidades motoras de los sujetos que están bajo los efectos de la droga.
Posiblemente la consecuencia adversa más clara del consumo ocasional de cannabinoides es el serio riesgo de tener un accidente mientras se conduce o se trabaja en tareas que precisan de un buen control motor.
Cuando se consume en grupo puede producir una risa contagiosa y locuacidad.
Los efectos de su consumo no son tan inocuos como se  pretende defender ya que aunque parece ser que se requiere consumir altas dosis durante varios días seguidos para que se produzca tolerancia a los efectos subjetivos como son la euforia o la relajación, entre otros, el uso regular de cannabis  produce tolerancia a diferentes efectos fisiológicos.
Recordemos que la tolerancia  es la necesidad de consumir más droga para conseguir el mismo efecto y mantenerlo. El cuerpo con la misma cantidad de droga no sufre los mismos cambios que anteriores veces porque el cuerpo se va insensibilizando a la droga y necesita de más dosis.
Existe una clara dependencia física demostrada a través de estudios bien controlados en humanos, que indica que  el cese repentino de la presencia de cannabinoides en consumidores crónicos produce una sintomatología similar a un síndrome de retirada que, sin ser severo, incluye irritabilidad, insomnio, anorexia, sudoración y náuseas.
El uso ocasional de cannabinoides  produce efectos secundarios displacenteros, como ansiedad y ataques de pánico. En los usuarios nóveles, este tipo de efectos negativos suele causar el abandono del consumo. En los consumidores crónicos, esos efectos secundarios aparecen más bien cuando se ha tomado una dosis considerablemente mayor de la habitual.
Parece comprobado que el consumo crónico de cannabinoides puede agravar y hacer aflorar enfermedades mentales preexistentes, dado que está constatado que se produce un aumento de la incidencia de esquizofrenia y otras psicosis hasta seis veces mayor que en sujetos no consumidores de estas drogas.
Muchos jóvenes de los países occidentales se inician en el consumo de preparados de cannabinoides, pero eso no significa que lleguen a ser consumidores regulares. En la mayoría de los casos el uso es intermitente y limitado a determinados periodos de la  vida: la mayoría de los que se inician en el consumo lo dejan entre los 20 y los 30 años de edad y pocos continúan consumiendo durante años. Así, en general se estima que el 10% de los que se inician en el consumo cuando son jóvenes llegan a ser consumidores diarios más tarde, y entre el 20 y el 30% de los que se inician lo consumen solamente los fines de semana.
 Los que consumen diariamente suelen ser varones, tener un nivel de escolarización inferior, consumir diariamente también alcohol y tabaco y tomar otras drogas de abuso como psicoestimulantes, sedativos, opiáceos y alucinógenos. Este perfil de consumidor de cannabinoides sugiere que el cannabis es la puerta de entrada para el consumo de otras drogas, lo que se denomina escalada de la drogadicción.

El consumo de cannabis es un precursor del consumo posterior de otras drogas de abuso en algunos individuos, y reflejan la necesidad de intervenir terapéutica o preventivamente en la población de consumidores de cannabis porque son candidatos idóneos para llegar a ser más tarde usuarios regulares e otras drogas ilegales, como la cocaína o la heroína.
Los datos disponibles al respecto indican que no todos de los que consumen regularmente cannabinoides necesariamente se inician en la senda de otras drogas de abuso, pero todos los que consumen otras drogas ilegales han consumido antes de ellas cannabinoides.


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